¡Ay, ay,ay,ay …!, llegó el día de San Valientín, y me siento feliz porque, como ustedes ya saben, soy un niño enamoradizo.
No, no me equivoqué, ya verán por qué San Valentín debería ser llamado San Valientín.
Enamorado de mis seres queridos, de los mimos de mi mami, de mis gatos, de la música, las canciones, los baños refrescantes, el agua de mar , el fútbol, los paseos por la plaza; de los cuentos que me cuenta el viejo... y de los postrecitos que compra mamá.
¡San Valentín no podrá quejarse de mí!
Ya sé que en realidad del enamoramiento del que habla San Valentín es del amor al estilo del que me profesan mis fans.
Pero creo que los otros amores no son menos importantes…
-¡¿Me permiten ilustrar sobre la leyenda de San Valentín?!!!
(Zas, cada vez que abrimos una nueva entrada… ENTRA un personaje nuevo, en fin –qué remedio queda- escuchemos)
- Dice la Leyenda que Valentín, era un médico romano que se hizo sacerdote y casaba secretamente a los soldados que se hubieran enamorado de alguna doncella, aunque el emperador de ese entonces -Claudio “El Gótico”-, lo había prohibido.
Esta prohibición se debía a que se creía que los hombres casados eran menos arrojados en el campo de batalla, porque estaban emocionalmente ligados a sus familias.
Esta leyenda lo ha convertido en el Patrono de los Enamorados.
La leyenda cuenta además, que Claudio lo condenó a muerte y mientras esperaba su condena, Valentín se enamoró de la hija de su carcelero, la bella Julia, a quien envió una tarjeta de despedida que firmó diciendo "De tu Valentín". Es de allí que en ciertos lugares del mundo los enamorados firman así sus tarjetas en este día.
¡Aaahh!!!, ¡qué romántico!
Voy a ensayar un nuevo modo de comerme a mi mami a besos y vuelvo.
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